viernes, 16 de diciembre de 2011

Un recorrido por nuestros orígenes

Desde la Agrupación “22 de Diciembre” - Lista Blanca - Jorge Di Pascuale creemos que conocer nuestro pasado es indispensable para encarar el futuro. Por ello, les acercamos el siguiente artículo y los invitamos a conocer la historia de la asociación y nuestro país.

Hoy: “Los inicios del Peronismo en Argentina”.


En 1946, con la llegada del peronismo al gobierno, los empleados de Farmacia, al igual que la mayoría de los trabajadores de todos los gremios, se identifican con la gestión y con las ideas del presidente Perón. Ante esta realidad abrumadora, quien se desempeñaba como Secretario General del Sindicato de Farmacia, compañero Jacobo Goldenscher, renuncia al cargo para permitir el ascenso de los compañeros peronistas. Ese año resulta electo y asume la Secretaría General el compañero Roberto Fierro.

A partir de entonces, en el sindicato cobran protagonismo los dirigentes peronistas Eduardo Vuletich, Agustín Margall, Carlos Varela, José “Pepe” Azcurra, Emilio Nembrini y Antonio Robles, entre otros.

En 1947, con apoyo del Ministro de Trabajo, Ramón Freyre, y con la firme determinación de Eva Perón, el Sindicato logra firmar el primer convenio colectivo de trabajo, con aplicación geográfica de hasta 60 kilómetros. En 1948 la vigencia del Convenio se extenderá a todo el territorio nacional. Ese mismo año, asume la Secretaría General, compañero Eduardo Vuletich, dándole a A.D.E.F. y a nuestra Federación un nuevo impulso y logrando, ambas entidades, nuevas conquistas: los Cursos Auxiliares de Farmacia a través de las universidades en todo el país, la imposición del Día del Empleado de Farmacia, el día 22 de diciembre de 1950, mediante resolución firmada por Perón y el ministro de Salud de la Nación, Doctor Ramón Carrillo. También, la adquisición de la nueva sede de la calle Rincón 1044.

En 1952, luego de que el titular de la CGT, José Espejo, fuera abucheado en el acto del 17 de Octubre, renuncia al cargo y asume en su lugar nuestro compañero de ADEF, Eduardo Vuletich.


Eduardo Vuletich con el Presidente Perón.

El 1° de mayo de 1955, en la Casa Rosada y junto al presidente Juan Domingo Perón, el Secretario General de la CGT, Eduardo Vuletich, después de atacar violentamente a la Iglesia Católica en su discurso, manifestó que “la central obrera, por intermedio de sus legisladores, postulará eliminar la enseñanza religiosa y separar a la Iglesia del Estado”. A su vez, el propio Perón completó aquella idea: “el Pueblo, por medio de sus representantes, ha de decir su última palabra. Si el pueblo decide que han de irse, se irán”.

Un mes y medio después, luego de la masacre del 16 de junio, cuando aviones de la Armada bombardearon Plaza de Mayo provocando más de 300 muertos y 800 heridos graves, el presidente Perón adoptó una política más conciliadora, llamando a todos los partidos a dejar de lado las disputas que estaban llevando al país al borde la guerra civil.



En ese contexto, el 1º de julio de 1955, Eduardo Vuletich renuncia al cargo de Secretario General de la CGT. Reemplazado interinamente por Hugo Di Pietro, la renuncia de Vuletich se produce en el marco de una reforma del gabinete de Juan Domingo Perón, del que se alejan los integrantes más cuestionados por la oposición. Pero el intento resultó infructuoso: el golpe de estado ya estaba en marcha.

Los años duros

Continuamos con el relato del contexto por el que atravesaba la Argentina mientras el sindicato de Farmacia daba sus primeros pasos.
En esta segunda entrega, los peores años de la historia de nuestro país: el golpe.


El golpe militar de 1955, liderado por Aramburu y Rojas, se llevó a cabo para modificar y destruir todo lo hecho durante 10 años de gobierno peronista. La economía nacional, la dignidad de país soberano y toda la acción tendiente a instaurar la justicia social fueron atacadas impiadosamente por el nuevo gobierno. Había que comenzar la entrega del país y escarmentar al pueblo que se atrevió a llevar adelante un proceso nacional. Con ese objetivo, la dictadura desató una represión feroz y puso en la mira a las organizaciones gremiales que eran el sostén de la organización popular y así fue que procedió a intervenirlas, saquearlas y encarcelar a sus dirigentes.

El objetivo del gobierno consistió en el exterminio del peronismo como expresión política y el sometimiento de la clase trabajadora.

Para ello se prohibió la exhibición y exteriorización de los símbolos peronistas, se encarceló a miles de militantes, se llevó a las fuerzas armadas a las fábricas a presionar a los trabajadores, se anularon comisiones internas y cuerpos de delegados, además de implementar despidos, suspensiones, cambios de sistemas de trabajo, pérdidas de conquistas y beneficios.

Entre marzo y abril de 1956 el Gobierno deterioró más la influencia de los peronistas, mediante un decreto que estableció que no podrían ocupar cargos públicos, ni gremiales, aquellas personas que lo hubieran hecho o apoyado a Perón, desde junio de 1946 a septiembre de 1955.

El Boletín Oficial del 9 de marzo de 1956 reprodujo el texto del Decreto Ley 4161 sancionado con fecha del 5/03/1956:

Prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista.

Visto el decreto 3855/66 (6) por el cual se disuelve el Partido Peronista en sus dos ramas en virtud de su desempeño y su vocación liberticida, y Considerando: Que en su existencia política el Partido Peronista, actuando como instrumento del régimen depuesto, se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana para lo cual creó imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas doctrinarias, artículos y obras artísticas:

Que dichos objetos, que tuvieron por fin la difusión de una doctrina y una posición política que ofende el sentimiento democrático del pueblo Argentino, constituyen para este una afrenta que es imprescindible borrar, porque recuerdan una época de escarnio y de dolor para la población del país y su utilización es motivo de perturbación de la paz interna de la Nación y una rémora para la consolidación de la armonía entre los Argentinos.

Que en el campo internacional, también afecta el prestigio de nuestro país porque esas doctrinas y denominaciones simbólicas, adoptadas por el régimen depuesto tuvieron el triste mérito de convertirse en sinónimo de las doctrinas y denominaciones similares utilizadas por grandes dictaduras de este siglo que el régimen depuesto consiguió parangonar.

Que tales fundamentos hacen indispensable la radical supresión de esos instrumentos o de otros análogos, y esas mismas razones imponen también la prohibición de su uso al ámbito de las marcas y denominaciones comerciales, donde también fueron registradas con fines publicitarios y donde su conservación no se justifica, atento al amplio campo que la fantasía brinda para la elección de insignias mercantiles.

Por ello, el presidente provisional de la Nación Argentina, en ejercicio del Poder Legislativo, decreta con fuerza de ley

Art. 1º - Queda prohibida en todo el territorio de la Nación
a) La utilización, con fines de afirmación ideológica Peronista, efectuada públicamente, o propaganda Peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas o privadas, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales pertenecientes o empleados por los individuos representativos del Peronismo.

Se considerará especialmente violatoria de esta disposición, la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios Peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, “justicialismo”, “Justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP., las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales “Marcha de los Muchachos Peronistas” y “Evita Capitana” o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos.

b) La utilización, por las personas y con los fines establecidos en el inciso anterior, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrina, artículos y obras artísticas que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales, creados o por crearse, que de alguna manera cupieran ser referidos a los individuos representativos, organismos o ideología del Peronismo.

c) La reproducción por las personas y con los fines establecidos en el inciso a), mediante cualquier procedimiento, de las imágenes, símbolos y demás objetos señalados en los incisos anteriores.

Art. 2º - Las disposiciones del presente decreto-ley se declaran de orden público y en consecuencia no podrá alegarse contra ellas la existencia de derechos adquiridos. Caducan las marcas de industria, comercio y agricultura y las denominaciones comerciales o anexas, que consistan en las imágenes, símbolos y demás objetos señalados en los incs. A) y b) del art. 1º.

Los Ministerios respectivos dispondrán las medidas conducentes a la cancelación de tales registros.

Art. 3º - El que infrinja el presente decreto-ley será penado:

a) Con prisión de treinta días a seis años y multa de m$n. 1.000.000
b) Además, con inhabilitación absoluta por doble tiempo del de la condena para desempeñarse como funcionario público o dirigente político o gremial;
c) Además, con clausura por quince días, y en caso de reincidencia, clausura definitiva cuando se trate de empresas comerciales.

Cuando la infracción sea imputable a una persona colectiva, la condena podrá llevar como pena accesoria la disolución.

Las sanciones del presente decreto-ley será refrendado por el Excmo. Señor vicepresidente provisional de la Nación y por todos los señores ministros secretarios de Estado en acuerdo general.

Art. 5º - Comuníquese, etc. – Aramburu – Rojas – Busso – Podestá Costa – Landaburu – Migone – Dell Óro Maini – Martínez – Ygartúa – Mendiondo – Bonnet – Blanco – Mercier – Alsogaray – Llamazares – Alizón García – Ossorio Arana – Hartung – Krause.

El 27 de abril de 1956, Aramburu anuló, por decreto, la Constitución peronista de 1949 y reimplantó la Constitución liberal de 1853. Se eliminaron los artículos 37 al 40 que establecían la función social de la propiedad privada y los derechos del trabajador.
El 23 de mayo el Gobierno estableció por decreto un nuevo régimen de asociaciones profesionales, también la realización de elecciones en los gremios dentro de 150 días. Reiteraba la proscripción de los peronistas que hubieran sido dirigentes gremiales durante la segunda presidencia de Perón, y ajustaba los detalles del proceso comicial.
También incluía un nuevo artículo que fijaba la representación de la minoría en el Comité Ejecutivo de cada sindicato, lo cual favorecía a los independientes, pues eran minoritarios en la mayoría de los casos.

Fusiladora: la verdadera cara de la “Libertadora”

En esta oportunidad, les contamos los terribles sucesos ocurridos durante un levantamiento organizado por los peronistas, en el marco de la dictadura militar del General Aramburu.

En junio de 1956, en varios puntos del país estalló una rebelión armada peronista en la que participaron civiles y militares. Esta asonada, conocida por el gobierno con anticipación, fue aplastada. Se implantó la ley marcial y se condenó a fusilamiento a los líderes de la rebelión. Treinta y ocho personas -entre civiles y militares-, fueron fusiladas, entre ellos el General Valle y un grupo de civiles en un basural de León Suárez. Aramburu y Rojas asumieron públicamente la responsabilidad de esta decisión que justificaron como indispensable para desalentar reacciones similares en el futuro.



General Valle, fusilado en 1956.



La exclusión o la integración del peronismo en el sistema político fue una polémica que atravesó al conjunto de la sociedad. Las relaciones con el peronismo proscripto por el gobierno militar, originaron fracturas en varios partidos políticos.

La Unión Cívica Radical se dividió en dos. La “Unión Cívica Radical del Pueblo”, liderada por Balbín, fue antiperonista. La Unión Cívica Radical, conducida por Frondizi, mantuvo una línea de acercamiento al peronismo.
Con la exclusión del peronismo estaban de acuerdo la mayoría de los miembros de las Fuerzas Armadas.

A esta impiadosa represión, el pueblo le opuso su decidida acción; a las marchas, movilizaciones y barricadas le agregó la huelga y la toma de establecimientos, el sabotaje y las bombas, los atentados y el enfrentamiento allí donde se dieran las circunstancias. En las calles y en las fábricas miles de trabajadores producían diariamente actos de rebeldía que ponía en jaque la acción del gobierno. Era la Resistencia Peronista que reproducía miles y miles de nuevos combatientes contra el proyecto antinacional.

De esta acción derivan dos hechos: la superación de los viejos dirigentes acostumbrados a la comodidad del poder y la necesidad de recuperar las organizaciones sindicales en manos de las diversas intervenciones o de dirigentes complacientes.

Nace la Agrupación “22 de Diciembre” – Lista Blanca

Con Jorge Di Pascuale al frente, nuestra Asociación da sus primeros pasos promoviendo los ideales peronistas que habían sido prohibidos por la dictadura militar.

En ese preciso momento, en el seno del Gremio de Farmacia, surgirá con toda su fuerza y trascendencia la figura señera de Jorge Fernando Di Pascuale quien, junto a otros compañeros que asumieron la decisión de recuperar la organización: José Pepe Azcurra, Horacio Mujica, Alfredo Ferraresi, Horacio Cinqualbres, Argentino Kanzarian, Pedro Ross y el apoyo incondicional de Antonio Luis Vidal y Daniel Blanco, socio N° 1 de A.D.E.F., fundan la Agrupación 22 de Diciembre - Lista Blanca.


Dirigentes de la LISTA BLANCA en 1957.

ELECCIONES EN FARMACIA

Como en todos los gremios, la dictadura prohibía que participaran como candidatos a todos los dirigentes que habían tenido cargos o responsabilidades durante una etapa del gobierno peronista. El texto de las inhabilitaciones afirmaba:

Están inhabilitados para ser candidatos:
a) Los que hayan ocupado cargos directivos o representativos en la Confederación General del Trabajo, desde el 1º de febrero de 1952 al 16 de setiembre de 1955, inclusive;
b) Los que ocuparon cargos directivos o representativos en el Sindicato, entre el 1º de febrero de 1952 al 16 de setiembre de 1955, inclusive;
c) Los que intervinieron en el Congreso Confederal de la CGT que aprobó el preámbulo político de los estatutos de esa Confederación;
d) Los que están comprendidos en las normas de interdicción dictadas por el Gobierno Provisional de la Nación;
e) Los acusados, condenados o procesados por delitos comunes ante los tribunales nacionales o provinciales;
Los que estén comprendidos en el Decreto-Ley Nº 5.258, sobre inhabilitaciones.

En 1957, se realiza la convocatoria a elecciones en el Sindicato de Empleados de Farmacia. Se realizaron 3 actos electorales consecutivos (ya que la intervención se negaba a entregar el gremio a los vencedores), durante los meses de mayo, julio y setiembre y en ellos se impone la Agrupación “22 de diciembre” - Lista Blanca, llevando a Jorge Di Pascuale como Secretario General del gremio.

La figura ejemplar de Jorge Di Pascuale

Su conducción fue fundamental en la consolidación y fortalecimiento del Sindicato de Empleados de Farmacia. Desde la creación de la Agrupación “22 de Diciembre”- Lista Blanca, en 1957, A.D.E.F. creció y se hizo grande en la defensa de los trabajadores del gremio, en el crecimiento de su estructura social y en el protagonismo asumido en el plano nacional e internacional.


En diciembre de 1957, la Lista Blanca, con el liderazgo de Di Pascuale, asumirá la conducción de ADEF.


Di Pascuale, Azcurra, Mujica y Ferraresi.

Su participación fue clave en la defensa de la ley de medicamentos del ministro Oñativia y en la denuncia de la manipulación y los mecanismos de precios que manejaban los grandes laboratorios.

Jorge Di Pascuale acompañó, también, a la conducción del Sindicato en la discusión del Convenio Colectivo de Trabajo y las leyes de protección de los derechos del trabajador de Farmacia.


Ferraresi, Di Pascuale, Mujica y Longo

Jorge Di Pascuale se destacará en el Movimiento Obrero, siendo designado para ocupar cargos en las “62 Organizaciones”, el Comando Superior Peronista, y diputado nacional electo en 1962. Con él a la cabeza el gremio participó en el conflicto del Frigorífico Nacional “Lisandro de la Torre”, junto a Sebastián Borro. También en los históricos plenarios de La Falda(*) , en 1957, y Huerta Grande, en 1962, y en la Resistencia Peronista. Por estas luchas, el compañero Pepe Azcurra fue condenado por los tribunales militares, y encarcelado durante tres años.

(*)PROGRAMA DE LA FALDA
En el marco de resistencia obrera y lucha política del Peronismo contra las proscripciones y la entrega, la CGT de Córdoba convocó a un Plenario Nacional de Delegaciones Regionales de la CGT y de las 62 Organizaciones, en la localidad de La Falta, donde aprobó un Programa de Gobierno antioligárquico y antiimperialista.

Las “62 Organizaciones”

En el capítulo anterior, les contamos los comienzos de Jorge Di Pascuale como dirigente sindical. En esta entrega, seguiremos profundizando acerca de su destacado papel dentro del Movimiento Obrero.

1957: NACIMIENTO DE LAS “62 ORGANIZACIONES”
No obstante las políticas regresivas que aplicaba, el gobierno se vio obligado a reconocer algunas de las que consideraba demandas legítimas de los obreros. Sin derogar el decreto que restringía la participación peronista, procuró volver a normalizar la mayor cantidad posible de los gremios a partir de abril de 1957.

El 12 de julio de ese año, los sindicatos que en febrero habían conformado la Comisión Coordinadora Intersindical de Gremios Normalizados (IS), llevaron a cabo un paro general de 24 horas, que tuvo alto acatamiento obrero en Capital, Gran Buenos Aires, Córdoba y Tucumán. Fue un éxito de los sindicalistas peronistas, comunistas e independientes, que comenzaban a tejer alianzas efectivas para oponerse a la política económica oficial.

El 25 de julio de 1957 se dictó un decreto que facultaba a su interventor para convocar a un Congreso General extraordinario de la filiales de la CGT que contaran con 1000 afiliados o más. El primer objetivo del Congreso sería la sanción de nuevos estatutos, la elección de autoridades y el término de la intervención.

El Congreso no llegó a realizar ninguno de sus fines, después de reunirse durante 5 sesiones violentas, borrascosas y polémicas, entre el 25 de agosto y el 4 de septiembre.

Los representantes de 62 sindicatos se reunieron, el 23 de septiembre, en la sede de la Federación de Luz y Fuerza y resolvieron presentar al Gobierno un petitorio que contenía 3 puntos:

a) solución satisfactoria de los conflictos telefónicos y telegráficos;
b) derogación del decreto 824 que prorrogaba la vigencia de los convenios, y;
c) derogación del decreto 10596, que negaba el derecho de huelga.

En caso de no satisfacer estas demandas se resolvía efectuar un paro general de 24 horas en todo el país para el viernes 27 de septiembre.

No hubo solución de los problemas planteados y el paro se llevó a cabo. Centenares de miles de trabajadores paralizaron las actividades industriales, portuarias, la banca, el transporte, etc. Como no contaban con la CGT, estructuraban otra forma de coordinación intersindical. Las 62 entidades que habían exigido la continuación del Congreso de la CGT y resuelto el paro, constituyeron el nucleamiento de las "62 organizaciones", integrado por sindicatos liderados por peronistas y comunistas.

Mientras que los gremios que se habían retirado del Congreso y se opusieron a la continuación formaron otro nucleamiento, llamado pomposamente "32 Gremios Mayoritarios Democráticos", se enrolaron en las posiciones de la ORIT.

“Jorgito no vacila, ni retrocede ni negocia”

Historiadores y conocidos de Di Pascuale aseguran que el dirigente sindical tenía alma de líder. Dotado de fuertes convicciones, jamás se dejó llevar por intereses personales y fue siempre fiel a sus compañeros de lucha.

TESTIMONIOS SOBRE DI PASCUALE
Dice el historiador Eduardo Luis Duhalde: “Era casi un chiquilín cuando Di Pascuale da sus primeros pasos, previos al golpe de 1955 (por eso siempre la vieja militancia lo llamó Jorgito y otros, como Raimundo Ongaro, “Pascualito”). Cuando el Movimiento Obrero se rearma en la clandestinidad de la Resistencia en los años 1956 y 1957, Jorge integra la “C.G.T. Negra” y la “CGT Auténtica”, son años duros y difíciles, de cárcel, torturas y fusilamientos. “Jorgito” Di Pascuale no vacila, no retrocede ni negocia. Tiene el coraje del convencido, del militante firme, no el del matón, sino su imagen contraria.

Varias veces, a través de esos veinte años de actuación pública, tratarán de silenciarlo, enviándolo a la cárcel (su último proceso – por “instigación a la rebelión y apología del crimen” - fue durante el gobierno militar del general Agustín Lanusse). A partir de entonces, la tarea de Jorge se multiplica. En lo interno, comienza a consolidar el gremio y a organizarlo sólidamente junto a sus compañeros inseparables Alfredo L. Ferraresi, Horacio Mujica y José “Pepe” Azcurra; entre otros. Hacia afuera, participa en 1957 del histórico congreso de La Falda, donde el Movimiento Obrero elabora un programa revolucionario para enfrentar la crisis nacional. Además, funda la “Intersindical”(*) con el objetivo de arrancarle al gobierno la normalización de los Gremios intervenidos hasta que se crean las “62 organizaciones peronistas” y Jorge integra la mesa directiva de esa nueva instancia de organización peronista.

La figura de Jorge crece en la acción y de a poco se va convirtiendo en una pieza clave de la lucha contra la entrega del país.

En 1958, la huelga en todo el país se multiplica y especialmente la que se realiza en Mendoza hace que el gobierno decrete el Estado de Sitio. Ello lleva a la cárcel a Framini y otros dirigentes, por lo que una nueva camada de cuadros intermedios aparece conduciendo la lucha, entre ellos Di Pascuale. Éste cumple una destacada acción en la toma del Frigorífico Nacional “Lisandro de la Torre”, donde nueve mil trabajadores acompañan a Sebastián Borro enfrentando las tanquetas militares y protagonizando una de las más grandes gestas de la resistencia peronista.”

Recuerda Sebastián Borro : “Conocí a Jorge Di Pascuale allá por julio o agosto de 1957. Yo acababa de salir de la cárcel de Chubut y él se había hecho cargo del Sindicato de Farmacia, y ya integraba la Intersindical que daría paso a las 62 organizaciones peronistas.

Jorge tendría para esa fecha 24 ó 25 años y demostraba una capacidad de trabajo muy grande... Cárceles, persecuciones, reuniones, incontables viajes al interior a normalizar delegaciones, nos hicieron prácticamente inseparables. Eran épocas en que la lucha del peronismo transitaba fundamentalmente por las organizaciones gremiales. Las "62 Organizaciones" eran la cara visible del movimiento peronista y, por lo tanto, en su seno se debatían las posturas que luego se mantendrían por muchos años más”.

(*) Los sindicatos y delegaciones regionales recuperadas formaron la "Intersindical', que el 12 de julio de 1957 lanzó un paro general que fue acatado en todo el país, obligando al gobierno a convocar al Congreso Normalizador de la CGT intervenida hasta ese momento por el Capitán de Navío Patrón Laplacette.

El sindicato se va organizando

Tras años de lucha y esfuerzo, la asociación va tomando forma. Firmes convicciones y posturas bien definidas caracterizaron desde el comienzo a la agrupación, que cada vez se hacía más fuerte.

Jorge Di Pascuale, Amado Olmos, Juan J. Jonch de telefónicos y Borro, por la carne, mantenían una fuerte disputa con el sector de Augusto “Lobo” Vandor. La propia sede del Sindicato se va convirtiendo en una usina generadora de lucha y organización. Allí se fundan y crean agrupaciones de base, comisiones de ayuda a los presos del Plan Conintes y a la propia Juventud Peronista, a través de lo cual se entabla una inquebrantable amistad con inolvidables compañeros como “Cacho” El Kadri, Carlos Caride, Jorge Rulli, Gustavo Rearte y Felipe Vallese, además de quienes llevaban sobre sus espaldas la responsabilidad mayor de la lucha de esos años: Andrés Framini, John William Cooke, Julio Troxler, Susana, Valle y muchos más.


Andrés Framini.


John William Cooke.

La tarea sindical y política eran prolíficas y el Sindicato llegó a sufrir diez allanamientos en el término de un mes, además de vigilancia permanente. En el mes de mayo de 1961, en el XIV° Congreso de la Federación de Trabajadores de Farmacia, realizado en Santa Fe, fue electo Secretario General Adjunto y Director del Plan de Previsión, el dirigente de la Agrupación "22 de Diciembre" – Lista Blanca, Alfredo Luis Ferraresi, uno de los compañeros más leales del gremio e inseparable de Di Pascuale.



Alfredo Luis Ferraresi.

En 1962, Jorge Di Pascuale fue elegido por el Movimiento Obrero para viajar a Madrid a reunirse con Perón, a efectos de preparar la participación en las elecciones previstas para el 18 de marzo. En esa ocasión fue candidato a diputado nacional en Capital Federal, resultando ser el más votado del peronismo (la elección era de tipo nominal).

En la Provincia de Buenos Aires se elige la fórmula para gobernador y vice, resultando triunfante la compuesta por los compañeros Framini – Anglada, lo cual no fue aceptado por los militares, quienes las anularon, produciendo, al poco tiempo, un nuevo golpe militar.

Ese año, se lleva a cabo el Plenario de Huerta Grande (*), donde el Movimiento Obrero produce un nuevo programa revolucionario de gobierno. Allí Jorge Di Pascuale tuvo un gran protagonismo, lo mismo que en las movilizaciones realizadas el 1º de Mayo y el 26 de julio. De esta manera, Di Pascuale va dando forma a la línea combativa del sindicalismo nacional y del Movimiento Peronista. Merced a ello, es nombrado Secretario del Consejo Coordinador Superior del Peronismo, por el período: 1962 - 1964. Estas acciones y responsabilidades lo exponen públicamente y en el mes de agosto es detenido acusado de subversión.



Jorge Di Pascuale

(*)PROGRAMA DE HUERTA GRANDE (1962):
1. Nacionalizar todos los bancos y establecer un sistema bancario estatal y centralizado.
2. Implantar el control estatal sobre el comercio exterior.
3. Nacionalizar los sectores claves de la economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficas.
4. Prohibir toda exportación directa o indirecta de capitales.
5. Desconocer los compromisos financieros del país, firmados a espaldas del pueblo.
6. Prohibir toda importación competitiva con nuestra producción.
7. Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación.
8. Implantar el control obrero sobre la producción.
9. Abolir el secreto comercial y fiscalizar rigurosamente las sociedades comerciales.
10. Planificar el esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el Pueblo Argentino, fijando líneas de prioridades y estableciendo topes mínimos y máximos de producción.

Di Pascuale – Perón: Un lazo fundante

El nacimiento de una relación que luchó contra todos los obstáculos por una organización sindical más justa en el país.

En 1963, Di Pascuale es designado Delegado del General Perón, entrevistando al Che Guevara en Cuba, junto a Sebastián Borro y Juan J. Jonch.


Jorge Di Pascuale con el General Perón.

Cuenta Sebastián Borro: “Después de la huelga del `Lisandro De la Torre`, yo quedé cesante por lo que mi gremio quedó sin representación en las `62` y lentamente Vandor inicia el desplazamiento de la línea dura y hace ingresar de la mano a Raúl Matera a la línea blanda o colaboracionista en la conducción del movimiento.

Allá, por marzo de 1963 viajamos con Jorge y Jonch a Madrid. Estuvimos casi veinte días con el General y luego debimos cumplir una misión muy especial que nos encomendó Perón. Se trataba de establecer una continuidad de alcance con la Revolución Cubana. Un nefasto personaje que oficiaba de contacto, había cometido algunas perrerías y el General nos ordenó restablecer esa relación. Luego de un viaje de casi 24 horas vía París, Zurich, Checoslovaquia, Irlanda y Canadá, llegamos a la Habana, en abril de 1963. Estuvimos reunidos con Ernesto Guevara, el ´Che´, quien nos pone a disposición apoyatura y medios para el movimiento. Permanecimos un mes en Cuba y luego retornamos con la misión cumplida”.

Perón había designado a Jorge Di Pascuale Delegado personal ante los países socialistas, pero la lucha de intereses dentro del peronismo estaba desatada y Vandor comenzó a poner en marcha, el retorno de Perón.

El frustrado operativo, boicoteado por la propia dirigencia, estaba destinado de antemano al fracaso para desalentar las esperanzas del pueblo y convencerlo de la necesidad de un peronismo sin Perón. Jorge Di Pascuale vislumbra la trampa y la enfrenta en Madrid delante del propio General, lo que le representa el eterno rencor de muchos traidores.

También el rechazo a la invitación del gobierno cubano, de la que Di Pascuale fue portador junto a John William Cooke, para que Perón se estableciera en la isla. Esto motivó el alejamiento de Jorge Di Pascuale de la intimidad de Madrid.


Jorge Di Pascuale con Perón.

Estos enfrentamientos no hicieron mella en su espíritu militante y continuó llevando adelante con absoluta convicción la lucha contra los gobiernos que proscribían al peronismo y por ende, la decisión soberana del pueblo.

Jorge Di Pascuale despliega una intensa actividad en todo el país y en todos los frentes sociales donde se pueda llevar el mensaje revolucionario. Así se convierte en hombre de consulta por parte de sectores progresistas de la iglesia a quienes ayuda a crear el “Movimiento de Curas del Tercer Mundo” con los que establece una profunda relación basada en la discusión franca y honesta y en el compromiso militante junto a los desposeídos y explotados de todo el país.

Por entonces, el Comando Táctico Peronista funcionó en el Sindicato de Farmacia, lo que posibilitó una profunda relación con el delegado personal de Perón, Mayor Bernardo Alberte, con Mabel Di Leo y otros cientos de compañeros que tenían como referencia al sindicato de Farmacia como la línea combativa e intransigente del peronismo.

En junio de 1966, el golpe militar perpetrado por Onganía retrotrae al país a una dura represión y persecución de las organizaciones populares. El sector Vandorista o colaboracionista del peronismo Sindical apoya el golpe y continúa con el proyecto de peronismo sin Perón. En las provincias se fortalecen los sectores neo peronistas que respondían al mismo proyecto, y solo el sector combativo del que Jorge Di Pascuale era uno de sus artífices e impulsores, se mantiene en el enfrentamiento con el régimen militar.

Esta contradicción va separando cada vez más los caminos entre los claudicantes sectores que avanzaban en el manejo del aparato partidario, apropiándose (con la ayuda del gobierno militar) de los símbolos formales del Justicialismo y los sectores que enfrentaban al gobierno y cada vez más claramente a la traición que no solo desconocía el liderazgo de Perón, sino que también la voluntad del pueblo de expresarse democráticamente sobre el tipo de país y de sociedad a la que aspiraba.

En 1967, Jorge Di Pascuale junto Alfredo Carballeda, y a los más combativos militantes del Sindicato de Farmacia, fundan la Agrupación Lealtad y Soberanía.

La visión política de Jorge Di Pascuale se amplía y lo proyecta como un dirigente nacional contenedor de otras expresiones políticas, al tiempo que su capacidad de conducción convoca a otros dirigentes sindicales a la construcción de una alternativa para los trabajadores que represente la voluntad de lucha del pueblo argentino. Esa acción constante y decidida alcanza su máxima expresión en la convocatoria al Congreso normalizador de la C.G.T., realizado el 18 de marzo de 1968, bajo la advocación de Amado Olmos (fallecido poco antes) y que posibilita la conformación de la C.G.T. de los Argentinos .

La CGT “de los Argentinos”

En esta oportunidad, les contamos la historia de la CGTA: foco de resistencia de la dirigencia sindical de Vandor y semillero del “Cordobazo”.

Confederación General de Trabajadores “de los Argentinos”: Central sindical nacida el 28 de Marzo de 1968 como resultado del congreso normalizador de la CGT “Amado Olmos”. (ONGARO, Raimundo, “Ongaro hace y dice”, tercera edición 1999, Buenos Aires, página 10).

El 24 de Enero de 1968 cinco dirigentes sindicales (Rogelio Coria, Juan José Taccone, Adolfo Cavalli, Paulino Niembro, y Ángel Peralta) se entrevistaron secretamente en la residencia de Olivos con el general Onganía a fin de estrechar la colaboración obrero-gubernamental. Ante la trascendencia que tomaron la versiones, la CGT debió dar un comunicado recién diez días después, pero sin censurar a sus dirigentes. Semanas más tarde, las entrevistas en Olivos eran concurridas y menos secretas.

La colaboración despertó indignación en extensos estratos dirigenciales intermedios, que en Marzo de 1968 concurrieron al congreso de la CGT con el ánimo justamente alterado. Fue tan adverso el clima del congreso que ni los mismos directivos que lo habían convocado concurrieron a dar explicaciones. Vandor, Framini, Coria, Prado, Taccone, Alonso, March, Pomares, Izzeta, Cardozo y Cavalli realizaron varias reuniones a puertas cerradas, pero no se presentaron, tratando de provocar su postergación. Habiendo quórum, el congreso sesionó y eligió una nueva dirección, encabezada por Raimundo Ongaro y se pronunció por “una CGT única, libre e independiente de sectores extraños a los trabajadores, que no renuncie a la autodeterminación”, lo cual era un abierto desafío a las prácticas colaboracionistas.

La dirección surgida en Marzo de 1968 se formó así: Raimundo Ongaro (gráficos); Amancio Pafundi (UPCN); Patricio Datarmini (Municipales); Enrique Coronel (La Fraternidad); Julio Guillán (Telefónicos); Benito Romano (FOTIA); Ricardo De Luca (Navales); Antonio Scipione (Ferroviarios); Pedro Avellaneda (ATE), Honorio Gutiérrez (UTA); Salvador Mangaro (Gas del Estado); Enrique Bellido (Ceramistas); Hipólito Ciocco (Empleados Textiles); Jacinto Padín (SOYEMEP); Eduardo Arrausi (Viajantes); Alfredo Lettis (Marina Mercante); Manuel Veiga (Edificios de Renta); Floreal Lencinas (Jaboneros); Antonio Marchese (Calzado) y Félix Binetti (Carboneros).

La dirección preexistente de la CGT no reconoció la validez del congreso y, en una reunión del 5 de Abril de 1968, resolvió sancionar a los gremios que participaron en él. De esta manera quedaron, de hecho, dos CGT: la opositora, que estableció su sede en la Federación Gráfica y por ello se llamó CGT de Paseo Colón, y la oficialista, que con el apoyo del gobierno militar mantuvo la sede central de la calle Azopardo. (CORREA, Jorge, “Los Jerarcas Sindicales”, Editorial Polémica, Buenos Aires, 1972, páginas 40 y 41).

Sobre Sebastián Borro

Junto con Di Pascuale, tuvo un rol preponderante en la militancia sindical de nuestro país. Su nombre es paradigmático; su labor, un modelo a seguir. A lo largo de todo el recorrido sobre nuestra historia, fue mencionado reiteradas veces, por eso, en el capítulo de hoy: la biografía de Sebastián Borro.

Delegado sindical desde muy joven, acompañó a Perón desde el 17 de octubre de 1945. Sin embargo, su etapa de más compromiso –y más trascendencia pública– se produjo después del golpe de 1955. Sus compañeros lo eligieron secretario general del gremio de la carne en diciembre de 1958. Un mes después encabezó la resistencia a la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre, dispuesta por Arturo Frondizi a pesar de la oposición de sus siete mil trabajadores. Los obreros ocuparon la planta por 48 horas pero fueron reprimidos por dos mil policías equipados con armas largas y tanques Sherman de la Segunda Guerra Mundial. Tras el violento desalojo, Borro fue cesanteado y detenido. La misma suerte corrieron 94 obreros.

Además de su militancia sindical –fue uno de los fundadores de las “62 Organizaciones”, surgidas en oposición a los gremios colaboracionistas–, Borro tuvo participación en la política partidaria. En 1962 fue candidato a diputado nacional, pero las elecciones fueron anuladas por Frondizi cuando constató que el peronismo mantenía intacta su fuerza electoral. En el exilio frecuentó a Perón en España. Fue uno de los pocos dirigentes peronistas que se entrevistó con Ernesto “Che” Guevara. Otro conocido fue John William Cooke, “el Bebe”, delegado de Perón en los primeros tiempos de la Resistencia, quien se entrevistó con el Che en La Habana en 1960. Borro y Cooke se conocían desde la ocupación del frigorífico.

En 1973, Borro estuvo entre los participantes que viajaron en el avión charter con el que Perón retornó a la Argentina. Tuvo muy buena relación con el empresario Jorge Antonio. Luego se fue vinculando con la Tendencia Revolucionaria y llegó a ser dirigente del Peronismo Auténtico, el partido creado por los Montoneros en 1975. Con el retorno de la democracia, volvió a ubicarse en el peronismo hasta que, tras la aparición de Carlos Menem, se sumó al Frente Grande. Por ese partido fue electo concejal de la ciudad de Buenos Aires. En los últimos años su figura fue reivindicada por grupos que comenzaron a investigar los años de la Resistencia.

Su nombre es paradigmático de esa época, junto con Avelino Fernández y Andrés Framini, Jorge Di Pascuale y Armando Cabo. En esos tiempos los peronistas –que tenían prohibido nombrar a su líder por el decreto 4161– se expresaban a través de metáforas: el tango “Fumando espero” o “No me olvides”, las flores azules a las que recurrió Arturo Jauretche para un poema. Eran guiños para entendidos. Uno de esos entendidos era Borro, el mismo que fue testigo del bombardeo a la Plaza de Mayo. Nunca pudo olvidar esas imágenes: “En el primer momento ellos ponen la bandera blanca y la gente grita: Perón, Perón, y cuando van cruzando la calle, la ráfaga de ametralladora otra vez”, contó en un reportaje. El 17 de julio de 2005 murió este histórico dirigente del peronismo. Tenía 83 años y una larga y respetada trayectoria.


Sebastián Borro.

Continuamos con la historia de nuestra Agrupación

A.D.E.F. integra la conducción de la nueva y rebelde C.G.T. de los Argentinos, junto a Raimundo Ongaro, Benito Romano, Agustín Tosco y otros dirigentes de gran envergadura.

El congreso realizado en el local de la U.T.A. de la calle Moreno designa a Raimundo Ongaro como Secretario General e impulsa el Programa del 1ero De Mayo, que propone una alternativa nacional y popular ante la desnacionalización de nuestra economía, la recuperación de la democracia y el fin de la represión en todo el país.

La visión política que impulsaba el sector combativo se iba imponiendo en todos los sectores sociales, a medida que el gobierno militar fracasaba en su proyecto político.

La presencia de Agustín Tosco en Córdoba, Benito Romano en Tucumán, Mario Aguirre en Rosario y de otros dirigentes que iban surgiendo en todo el país, le daba al movimiento una fuerza nacional que era apoyada por los estudiantes y los sectores medios, pero tenía su columna vertebral en los trabajadores.

La C.G.T. de los argentinos fue un hito en la historia política y gremial de la Argentina y dentro de ella, Jorge Di Pascuale, quien ocupó la Secretaria Adjunta, fue fundamental.

La iniciativa política estaba en manos de los trabajadores combativos y el enfrentamiento era la única estrategia que se imponía, por eso los sectores claudicantes iban quedando de lado.

En mayo de 1969 se produce el “Cordobazo” y son los trabajadores junto a los estudiantes quienes ganan las calles de Córdoba, como lo harán luego en Corrientes, Mendoza, Tucumán y Rosario, para expresar el repudio a la dictadura militar.



Raimundo Ongaro con Agustín Tosco.






Ongaro, Di Pascuale y Ferraresi.


En todo ese tiempo, la actividad de Di Pascuale fue incesante, así como lo fue la persecución, los distintos arrestos que sufre y la clandestinidad donde se refugia. Ese año se pasa con el sindicato intervenido y su Secretario General, Jorge Di Pascuale, junto al adjunto Alfredo L. Ferraresi, presos. Jorge recobra la libertad, pero a los pocos días es detenido nuevamente por firmar una solicitada contra el gobierno. Conoce a su hijo recién nacido, esposado y bajo vigilancia policial.


El 1° de julio de 1969, el Sindicato de Farmacia fue intervenido, y los compañeros Di Pascuale y Ferraresi, encarcelados. El compañero Horacio Mujica constituye el sindicato paralelo que funciona durante la intervención en la calle Piedras al 800, hasta el año 1970, en que se recupera la entidad sindical. En esa heroica tarea, además de la gran valentía del compañero Horacio Mujica, el rol de la Agrupación 22 de Diciembre – Lista Blanca, fue fundamental.



Horacio Mujica.

Etapa de esplendor para el sindicato

1970 será el año en que se recuperara el gremio y cae definitivamente la dictadura de Onganía.

El comienzo de la década encuentra a Jorge Di Pascuale en pleno desarrollo y construcción del Peronismo Revolucionario, apoyando el accionar de las organizaciones especiales, como las llamó Perón, y apuntalando un nuevo sindicalismo del cual fue mentor: Sindicalismo de Liberación. Alejado de las estructuras entreguistas del Partido, mantuvo su identidad, rescatando el rol histórico del Movimiento, su proyecto revolucionario y la necesidad del retorno de Perón para ponerse al frente de esa revolución.

Es que por entonces, Di Pascuale, con otros compañeros que expresaban la más lata conciencia política y el grado mayor de compromiso con las luchas de nuestro pueblo, crean el Peronismo de Base, organización nacional que se propone desarrollar una instancia organizativa por fuera del Partido Justicialista, con el objetivo de contener la expresión combativa de los trabajadores y apoyar a los sectores que proponían una salida revolucionaria, que por entonces era ampliamente mayoritaria en todo el territorio nacional.
Por otro lado, resulta notablemente la amplitud de pensamiento de quien sin renunciar a su identidad política y trayendo en su mochila una trayectoria implacable en las filas del peronismo, era a esa altura, capaz de contener a las distintas variantes del pensamiento revolucionario.

La experiencia de Jorge Di Pascuale en la propia intimidad del peronismo, lo había llevado a un desencanto total con los sectores que habían claudicado durante 17 años y nada esperaba de ellos.

Los había visto de cerca incorporarse al sistema y ser parte de lo más retrógrado de la política nacional. Los había visto traicionar a Perón y a los trabajadores y la dinámica de un pueblo en la calle luchando contra las dictaduras y los gobiernos cómplices de la ilegitimidad lo convenció de la posibilidad de alcanzar el poder para el pueblo y construir una sociedad más justa, libre y soberana, tal como lo aprendimos durante la década del gobierno peronista.

Perón produce cambios en la burocracia sindical e impone a Rucci en la Secretaría General de la C.G.T. El líder avanza en una política de lucha integral, donde contiene desde las organizaciones armadas, hasta los sectores burocráticos, pero Jorge Di Pascuale tiene una brillante historia, muchos palos sobre el lomo y la autoridad moral suficiente para expresar su disidencia sobre esa estrategia. Intuye, que tal manera de actuar dejará en el camino a los compañeros que ofrecieron la vida y la libertad por sus ideales. Los hechos le darán la razón.

En 1971, la contestación de Perón a una carta enviada por la Agrupación “Lealtad y Soberanía” (fundada por Di Pascuale) trae el apoyo a la tarea que llevan adelante contra la dictadura.

1972 fue un año en el que se mezclaron alegrías y tristezas, logros y frustraciones.
En lo gremial, logramos la adquisición del primer hotel de turismo, el Benidorn, en la Perla del Atlántico, dando inicio al turismo social, sin privilegios de ninguna índole.

En lo político, la presión popular y la decisión inquebrantable de Perón de retornar al país, forzaron al gobierno del general Lanusse a negociar un proceso de transición. Sin embargo, la derecha enquistada en el entorno del líder justicialista ya había ganado la pulseada desplazando del centro de la escena a los mejores cuadros de la resistencia.

Momento de cambios

Etapa de transición en nuestro país y de bifurcaciones en el peronismo.

El 17 de noviembre de 1972, Di Pascuale, Borro, Framini y tantos viejos luchadores tendrían que haber estado en el avión que traía a Perón de su largo exilio. Eran ellos los representantes de los miles de peronistas que no claudicaron ante ningún gobierno, exigiendo el retorno del líder, no fueron convocados, pero sí estuvieron en Ezeiza, junto a las miles de personas que desafiaron al Ejército para ir a esperar a Perón.

No obstante los desplantes de que fueron objeto por el aparato partidario, los compañeros se sumaron al proceso electoral apoyando a Héctor J. Cámpora, un hombre leal y honesto que también fue víctima de la trituradora que montaron algunos sectores del Justicialismo.

El 11 de marzo de 1973, el triunfo de Héctor Cámpora fue festejado por todo el pueblo peronista. Gracias a ese desenlace político, se logró la libertad de miles compañeros presos desde hacía años. Sin embargo, con el paso de los meses, el poder del presidente Cámpora fue erosionado por los sectores más reaccionarios, lo que provocó que los mismos compañeros que fueron baluartes de la Resistencia y de la lucha de 18 años fueran dejados de lado.

A pesar de ello, esos compañeros estuvieron el 20 de junio de 1973, en Ezeiza, junto al pueblo peronista, pero cada vez más lejos del conductor. De esta manera, la vieja guardia peronista, la línea dura o combativa, como se la conoció, se incorporaba a otras expresiones del peronismo: Framini, Dante Viel, Armando Cabo, Arnaldo Lizazo, Atilio López, Cepernic o Bidegain, le daban forma al Partido Auténtico (ligado a Montoneros) mientras Di Pascuale, Ferraresi, Bernardo Alberte, Ongaro, Villaflor, De Luca, Benito Romano, Atilio Santillán y la conducción de FOETRA, mantenían distintos grados de adhesión al Peronismo de Base.

A partir de entonces, la lucha se dirigió a la construcción de una alternativa organizativa independiente, que les permitiera a los trabajadores no sólo enfrentar al sistema de dominación y explotación, sino también a la burocracia política y sindical que le servía complacientemente.

Jorge Di Pascuale jamás aceptó servir a los intereses antinacionales y antipopulares. Brilló en la política y en el sindicalismo argentino en mérito a su capacidad y compromiso, pero no utilizó ese prestigio en beneficio de una proyección personal. Dejó de lado cualquier tentación personal y se ubicó junto a los trabajadores en la lucha política y cotidiana para lograr la liberación nacional. Aceptó ser uno más luego de ser el primero, aceptó el anonimato luego de ser una figura pública, aceptó el barro luego de pisar las alfombras del poder, aceptó la militancia, la cárcel y la persecución, porque creyó que eso era útil para alcanzar el objetivo de todos y para todos. Fue firme en sus convicciones, alegre y cálido en el trato diario, noble y valiente para sostener su compromiso, y supo ser un conductor indiscutible. Su enorme capacidad de conducción sumada a su conducta personal hizo que fuera querido y respetado por todos los trabajadores del país, más allá del pensamiento e ideología de cada uno. Estos valores, imperdonables para el sistema, fueron puestos en la mira del enemigo, apenas murió Perón, el 1º de julio de 1974.

Un desencuentro histórico que costaría muy caro al Peronismo y al pueblo argentino, ya que esos sectores que dominaron el gobierno, luego de la muerte del General, actuaron en realidad para desarmarlo y esterilizarlo, además de ir preparando las condiciones para la mayor represión y asesinato en masa que sufriera una nación latinoamericana y que se cobró, a partir de julio de 1974 y especialmente de marzo de 1976, la vida de una generación comprometida hasta la propia muerte por el destino de nuestra de patria y el futuro de nuestro pueblo.

Pocos días después del fallecimiento del Presidente Juan Domingo Perón, el escritor, abogado, historiador, diputado nacional y gran amigo del Sindicato de Farmacia, Rodolfo Ortega Peña, fue asesinado en las calles de Buenos Aires, por la Triple A, en lo que significó el comienzo de una escalda que ya no se detendría más para hacer desaparecer a los dirigentes identificados con las luchas populares. Así la lista comenzó a poblarse de los compañeros más queridos: Antonio Deleroni, Julio Troxler, Alfredo Ongaro, el padre Mujica, Atilio López y cientos más.

Durante ese doloroso año, nuestro gremio adquiere el predio donde funcionará el campo de Recreación Eva Perón, en la localidad de Gorina (City Bell), cuya inauguración se llevaría a cabo el día 22 de diciembre de 1975.

El “Rodrigazo”

Devaluación monetaria. Aumento de precios. Encarecimiento de tarifas. Abrupta disminución de salarios. Este era el contexto económico de Argentina hacia 1975 que culminó con el peor golpe militar de la historia nacional.

A principios de 1975 el entorno de la presidenta estaba constituido por López Rega y su grupo de confianza: Lastiri, Villone, Vignes, P. Vázquez, Osinde; entre otros. Estaban decididos a congraciarse con los poderes militares y económicos tradicionalmente fuertes en el país, como garantía de su permanencia en el gobierno.

Hacerse confiables a la derecha implicaba recortarle las alas al sindicalismo, por más ortodoxo que éste fuese. La conflictiva relación entre el gobierno de la viuda de Perón y el sindicalismo, se deterioró más cuando López Rega no dio participación a la CGT en el retorno de los restos de Evita, que fueron traídos desde Madrid y depositados en la capilla de la residencia presidencial de Olivos. Asimismo, el poderoso ministro, que aspiraba a controlar el dinero de las obras sociales de los sindicatos, evitó que se concretara un plan de construcciones de 100.000 viviendas basado en un convenio entre su Ministerio y el Banco Hipotecario Nacional.

El gobierno se preparaba para la reanudación de las paritarias para fines de mayo. Desde hacía meses el ministro de Trabajo, el sindicalista Otero, venía librando una batalla exitosa contra los dirigentes gremiales combativos del interior. En ese período la protesta gremial cedió abruptamente para reiniciarse a comienzos de 1975. En Villa Constitución estalló una confrontación laboral que se prolongó durante dos meses y que terminó en un operativo policial con el arresto de la plana mayor de la seccional local de la UOM y de líderes locales de otros sindicatos.

Los dos años de tregua social habían terminado. El costo de la vida aumentaba mes tras mes y el “Pacto Social” era ya algo pasado. El Ministro de Economía Gómez Morales, urgido por la cúpula sindical, autorizó que en los contratos de trabajo que se firmaran luego de las paritarias se diese un 38 por ciento de aumento salarial. Pero el 31 de mayo renunció al cargo pues carecía de apoyo en el gobierno y advertía la peligrosa situación en que se encontraba la economía nacional, por desinversión e inflación. En su lugar fue designado Celestino Rodrigo, un economista ortodoxo con inclinaciones esotéricas similares a las de “Lopecito”. El 5 de junio, el flamante ministro anunció el paquete de medidas económicas que se conocen como “Rodrigazo” y que consistían en una devaluación monetaria del 100 por ciento, aumentos del precio de los combustibles del 175 por ciento, de las tarifas eléctricas del 75%, y de otros servicios públicos en proporciones similares. De un día para otro se modificó no sólo la economía nacional sino millones de economías familiares. Los salarios perdieron su valor y el nuevo ministro no estaba dispuesto a otorgar aumentos.

El día 27 de junio, la CGT y las 62 Organizaciones convocaron a una reunión de trabajadores en Plaza de Mayo. Largas columnas provenientes del cinturón industrial se aproximaban al corazón de la ciudad. Muchos se sumaron espontáneamente a la reunión multitudinaria. Los manifestantes se expresaron contra López Rega y contra Rodrigo, y requerían una definición de la presidenta, pero ésta no apareció en el balcón.

El 28 de junio “Isabel” anunció la anulación de las paritarias y que el aumento sería del 50 por ciento, y un 15 por ciento más en octubre y en enero siguientes. Desbordada por las bases obreras que iniciaron protestas de manera espontánea, la CGT decretó dos días de huelga, fijados para el 7 y el 8 de julio.

Esta era la primera huelga general decretada por la CGT contra un gobierno peronista. Y tuvo un desenlace exitoso para los gremios: el 7 de julio, luego de la jornada de protesta que había paralizado el país, Isabel Perón dio marcha atrás en su decisión de derogar los aumentos salariales y ratificó las paritarias. El 9, la Cámara de Senadores designó presidente del cuerpo al doctor Ítalo Argentino Luder, y de este modo Raúl Lastiri, titular de la Cámara de Diputados, pasó a segundo término en la sucesión presidencial. Lastiri formaba parte del grupo lopezrreguista todavía enquistado en Olivos, a pesar de que el gabinete en pleno había presentado su renuncia. La tensión se prolongó hasta el día 18, cuando los granaderos del regimiento de escolta presidencial desalojaron a los custodios del ex ministro López Rega de la residencia de Olivos. El otrora hombre fuerte del régimen partió en un avión oficial como portador de una misión indefinida “ante organismos oficiales e internacionales del Viejo Mundo”. En realidad, “Lopecito” se instaló en Madrid, en Puerta de Hierro, y algunos meses más tarde ya se desconocía su paradero.

La etapa lopezrreguista que marcó la derechización del gobierno peronista parecía cerrada. De este modo culminó la hábil maniobra sindical que intentó en un tiempo tomar distancia respecto del proyecto económico impopular del ministro Rodrigo y recuperar el espacio perdido en el “entorno presidencial”. Dos personalidades afines al sector gremial ocuparon, en agosto, las carteras de Economía (Antonio Cafiero) y Trabajo (Carlos Ruckauf).

La recesión y el desempleo amenazaban la economía. Entre julio y agosto la tasa de desempleo en la provincia de Buenos Aires, que era del 2,3 por ciento, subió al 6, mientras que en Córdoba alcanzó el 7. En todo el año 75 el valor de las exportaciones argentinas descendió en un 24 por ciento y esta situación fue particularmente sentida por el sector rural, sobre todo el ganadero, que mostró su descontento mediante una serie de paros consistentes en suspender el envío de hacienda a los mercados.

Cafiero intentó, en octubre, reflotar la tregua económica y social que había sido la base de la política peronista en el primer momento. El 25 ese mes, empresarios, sindicatos y gobierno firmaron un pacto que tuvo escasa trascendencia, pues el propio ministro, presionado por los gremios, se apresuró a otorgar un aumento salarial del 27 por ciento a partir del 1º de noviembre. Como la CGE no había sido consultada en esta oportunidad, decayó el prestigio de la entidad empresaria y en su lugar se fortaleció un nuevo nucleamiento, APEGE (Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias), francamente opositor al gobierno. Lo integraban la Sociedad Rural, las Confederaciones Rurales, la Cámara Argentina de Comercio y la Cámara de la Construcción, además de otras agrupaciones menores, todas ellas tradicionalmente adversas a los gobiernos constitucionales que tendían a recortar sus privilegios económicos.

“La crisis del país era mirada con júbilo por los enemigos consuetudinarios de la democracia: la división de las fuerzas del campo popular y la incapacidad del gobierno para afrontar la situación eran la promesa de que a corto o mediano plazo los militares iban a volver. Y la violencia multiplicada en episodios sangrientos era otra apelación a que la fuerza rigiera definitivamente los conflictos entre los argentinos.”

El fin de la democracia argentina ya estaba decidido. Sólo faltaba que al golpe le pusieran fecha.

Mientras tanto, el líder natural e indiscutido del gremio de Farmacia, Jorge Di Pascuale, amenazado de muerte como estaba, padecía su exilio en Venezuela, trabajando humildemente y sufriendo a la distancia. La decisión de abandonar el país, única opción para salvar su vida, la habían adoptado sus compañeros. Él la acató a regañadientes y tras un breve período en el hermano país, regresó a la Argentina para sumarse a la lucha contra la dictadura.

viernes, 29 de julio de 2011

EL MODELO SINDICAL ARGENTINO


Por Carlos Alberto Barbeito*

Aclaración preliminar
El análisis sobre “el modelo sindical argentino”, que se propone este trabajo, intenta destacar el poder estratégico, el protagonismo y la solidez del modelo de organización sindical, impulsado por el General Perón a partir de 1943 cuando, como interventor en el Departamento Nacional del Trabajo, asume funciones en el gobierno revolucionario que, el 4 de junio de ese mismo año, puso fin a una de las etapas de mayor decadencia de nuestra historia, la llamada “Década Infame”. Este análisis se propone, además, demostrar la falacia de la presunta raíz fascista del aludido modelo sindical.
 Aquella oscura etapa de nuestro pasado, la Década Infame, que comenzó el 6 de setiembre de 1930 cuando, liderado por los generales Uriburu y Justo, se produjo el primer golpe contra el orden constitucional argentino, derrocando al gobierno democrático del Dr. Hipólito Yrigoyen, fue el producto de una conspiración cívico militar para intentar prolongar la vida de  un modelo económico agroexportador socialmente injusto que se agotaba y -junto con ese agotamiento- amenazaba con pulverizar muchos de los privilegios de las clases dominantes de entonces y cambiar la relación de poder en la Argentina.
La fuerte alianza entre los trabajadores argentinos y Perón, a partir de 1943, se fortaleció aún más con la asunción de éste, el 4 de junio de 1946, como presidente constitucional de los argentinos, luego de vencer en elecciones transparentes, el 24 de febrero de aquel año, a la coalición de partidos denominada “unión democrática”. La alianza estratégica entre Perón y los trabajadores sindicalmente organizados fue, sin dudas, la vanguardia de la revolución social que transformó, a partir de entonces, radicalmente la realidad de nuestro país y nuestro pueblo.
No es la intención detenernos, en este trabajo, en la multiplicidad de hechos que en su momento provocaron –y provocan aún- acontecimientos y crisis relevantes en el seno del modelo sindical argentino. En los 67 años transcurridos desde 1943 a la fecha, han sido innumerables los sucesos que soportó su estructura, demostrando así su fortaleza. En todo ese tiempo, sumado a los embates de gobiernos institucionales y/o dictatoriales, soportó la conformación de divisiones reflejadas en corrientes internas e, inclusive, proyectos de nuevas centrales sindicales alternativas a la CGT. La más notoria y perdurable es, sin dudas, la actual Central de Trabajadores Argentinos, CTA, que propone un modelo sindical radicalmente opuesto.
Esa central alternativa que respetamos, en nuestra opinión, sin ánimo de polemizar ni cuestionar las intenciones de sus inspiradores, contiene en su seno el riesgo evidente de la atomización sindical que, fragmentando la unidad, debilita la capacidad de lucha y participación protagónica de los trabajadores y  la posibilidad de ser, a través de sus organizaciones sindicales como factor de poder, protagonistas del proceso de cambios profundos que necesitamos en nuestro país para conquistar definitivamente la Justicia Social. Formulada esta aclaración preliminar nos abocamos, a continuación, al desarrollo de la primera parte de las tres que contiene este trabajo.  

El sindicalismo argentino: De factor de presión a factor de poder
Desde sus orígenes, en la segunda mitad del siglo XIX, y hasta 1943, en términos generales, las organizaciones obreras, signadas por heroicas gestas y ejemplos  de lucha que perduran en el tiempo, por las circunstancias históricas de entonces,  constituían un claro factor de presión ante el poder de turno.   A partir del ascenso del entonces Coronel Perón al Gobierno de la Revolución de 1943, por primera vez, los trabajadores fuimos estimulados, y aún promovidos, desde el poder, a superar las barreras que hasta entonces les habían impedido unificarse en organizaciones sindicales fuertes y representativas. Es que, en el pensamiento de Perón, era evidente que la clase trabajadora estaba llamada a constituirse en la columna vertebral de un vasto movimiento político con capacidad para transformar las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales del país. Es decir, a convertirse en un auténtico factor de poder.
Muchas fueron las conquistas sociales que entre 1943 / 1945, por iniciativa de Perón, como interventor del Departamento Nacional del Trabajo primero, y como Secretario de Trabajo y Previsión después, logramos los trabajadores urbanos y rurales. Ello en sí mismo, podría contabilizarse como el producto de una verdadera revolución social. Sin embargo, en aquel entonces, lejos estaba aun de detenerse la monumental construcción política, económica y social que anidaba en el pensamiento estratégico de Perón.
Vale recordar que antes de 1943, el sindicalismo argentino, más allá, insistimos, de sus heroicas luchas, no había logrado superar su tendencia atomizante debido, principalmente, a las profundas contradicciones ideológicas de las corrientes que lo sustentaban y, también,  a la feroz  persecución y represión ejercida o impulsada por el poder político, económico, militar e, inclusive, eclesiástico de entonces sobre las organizaciones y la acción de los trabajadores. Es verdad que ya para 1945, a partir de las importantes conquistas sociales y laborales que se establecían, la fuerte alianza que se afianzaba entre Perón y una corriente sindical cada día más numerosa, había modificado mucho aquella primitiva situación.
Los sindicatos en 1945, seguían manteniendo el carácter de asociaciones civiles con una limitada capacidad legal de representación. Ello fue así hasta el 2 de octubre de aquel año, cuando el Gobierno de Farrel - Perón, dicta el Decreto 23.852, poniendo en vigencia la primera norma Argentina de Asociaciones Profesionales de Trabajadores. Esa norma,  transformada en Ley 12.910 de la democracia, al asumir Perón como presidente constitucional en 1946, le permitía al sindicato de industria o actividad más numeroso, asumir la representación individual o colectiva de todos los trabajadores de una actividad, independientemente de la afiliación o no al sindicato. Esa herramienta legal, contenía un profundo sentido de democracia social, ya que, por primera vez, legalizaba los instrumentos colectivos de lucha de los trabajadores: sindicatos, convenios colectivos de trabajo, protección contra el despido a los dirigentes sindicales e institucionalizaba el derecho de las organizaciones sindicales a desarrollar tareas políticas.
Sobre lo último, vale destacar que desde su visión estratégica, Perón sostenía que el sindicalismo tenía que constituirse en un factor de poder político dentro de la comunidad. Al respecto, en un discurso pronunciado el 2/11/1973, decía: “La revolución, en el orden gremial debe terminar cuando la organización sindical constituye un verdadero factor de poder dentro de la comunidad ¿Por qué? Porque es entonces cuando la organización sindical que es el pueblo organizado, hace sentir el acento no solo de sus intereses sino también de sus aspiraciones y ambiciones”. Más adelante advertía que “cuando los obreros hayan renunciado a intervenir en los destinos del país, ese será un sentimiento suicida para su propia clase y para sus propias organizaciones”.[1]
No pueden existir dudas que la sanción del Decreto Ley 23.852, que aterrorizó a los grupos de poder político y económico nacionales y extranjeros fue, junto a la sanción del Estatuto del Peón Rural, uno de los principales factores detonantes de los acontecimientos que se sucedieron en los días siguientes y que culminaron primero, con la destitución y detención de Perón y segundo, con la histórica jornada del 17 de octubre de 1945. Ese Decreto Ley, fue rápidamente tildado por la oposición (de izquierda y de derecha) de neto corte fascista. Nada tan lejos de la realidad. Basta repasar sus considerandos para comprender el profundo carácter antifascista de su espíritu. Además, en su articulado se confirma claramente este carácter: dispone el derecho de la asociación sindical a constituirse sin ningún tipo de autorización previa; establece dos categorías de asociaciones: con personería gremial y con simple personería jurídica, aunque en ambos casos permite efectuar reclamos, fundar instituciones de previsión y asistencia social, cultural, cooperativa, etc.
En síntesis, este fue un claro ejemplo de construcción jurídica, social y económica de “las organizaciones libres del pueblo”, principal sustento del modelo de comunidad organizada que proponía Perón, en el que el pueblo organizado en instituciones que él mismo crea, construye poder social, político y económico, fortalece a la sociedad, orienta al Estado y subordina al mercado. En un discurso del 16 de octubre de 1953, Perón sostenía: “Cuando nosotros propugnamos la organización algunos dicen que estamos haciendo política. Sí, estamos haciendo política, pero alta política. Nosotros no discriminamos en la organización, nosotros pedimos que se organicen porque es imposible gobernar a un pueblo que no esta organizado”.
Esa Ley, era de carácter fuertemente centralista porque se proponía estructurar una organización sindical nacional y por rama industrial, único modo de superar la tradicional fragmentación de la clase trabajadora que la debilitaba y le impedía constituirse en un actor social y político capaz de discutir el poder en todos los niveles. Resumiendo podríamos señalar que el profundo contenido antifascista de esa ley queda demostrado en que todo su espíritu tendía a asegurar la protección de la actividad sindical contra el intento de los empleadores de obstaculizarla o impedirla. Es decir: Democratizó las relaciones laborales dentro de la empresa.
Este modelo sindical, democrático y representativo, caló muy hondo en la clase trabajadora argentina, que se sentía representada y participaba activamente de la vida interna de su organización sindical. Sentía además, que por primera vez tenía derechos y esos derechos se respetaban (por las normas vigentes, por la importancia de su organización y por la acción de sus dirigentes). Ello explica porqué, los trabajadores argentinos, desde aquellos años, hemos adquirido una clara conciencia del modelo de sociedad con desarrollo económico, pleno empleo y Justicia Social que podemos construir. Ello explica también, el rechazo, ampliamente mayoritario, de la clase trabajadora argentina a los modelos sindicales atomizados, débiles, que en nombre de un ideal democrático, se ofrecen, por igual, desde las derechas y las izquierdas tradicionales.
Por las razones expuestas y muchas más, algunas de las cuales expondremos en futuros capítulos, podemos afirmar que nada más lejos de nuestro modelo sindical, de cualquier visión fascista, porque mientras las organizaciones fascistas intentan verticalizar y subordinar la actividad gremial al poder del Estado, este modelo sindical argentino se concentró en la protección y el desarrollo del poder gremial que le valió ganarse el respeto de las corrientes sindicales del mundo, reconociéndolo como un ejemplo a imitar.

Desde la dictadura de 1955 hasta la caída del modelo neoliberal
  La experiencia de los trabajadores argentinos, desde 1955, año en que una sangrienta dictadura cívico – militar derrocó al gobierno democrático del general Perón, nos enseña que toda vez que padecimos dictaduras o democracias profundamente condicionadas, el principal objetivo de las mismas ha sido destruir “el poder sindical”. Por supuesto, independientemente del gobierno de turno que lo intente (cívico o dictatorial) el argumento ha sido siempre el mismo: democratizar el sindicalismo. En tal sentido afirmamos que, en el período que nos ocupa, el modelo sindical argentino superó con éxito, en reiteradas oportunidades, “la prueba del ácido”. La realidad es la única verdad, solía sostener Perón, y la realidad, agregamos, surge, en este caso, de los acontecimientos y sus consecuencias en la historia de las últimas décadas de nuestra Argentina.
  Aquella insólita alianza reaccionaria, conformada para enfrentar a Perón en las elecciones presidenciales del 24 de febrero de 1946, la unión “democrática”, integrada por las derechas e izquierdas de entonces y que cayera derrotada en forma contundente y reiterada en elecciones transparentes por Perón apoyado por los trabajadores, fue la misma que impulsó y participó del sangriento golpe cívico – militar contra el gobierno democrático en el mes de setiembre de 1955, cuando nuestro país desarrollaba la revolución social incruenta. Aquella unión “democrática” – de características muy similares a la alianza opositora conformada en nuestros días – estaba compuesta por la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, el Partido Comunista y el derechista Demócrata Progresista.
  Los bombardeos, fusilamientos, las masacres, las persecuciones y los encarcelamientos de miles de compatriotas, ejecutados por los usurpadores del poder que, a la vez, eran asistidos por los denominados “comandos civiles”, grupos armados, integrados mayoritariamente por jóvenes pertenecientes a familias de la oligarquía, que contaban con el apoyo de grupos terratenientes, empresariales, sectores eclesiásticos y la embajada de los EE.UU., lograron el objetivo que se habían propuesto: derrocar, con medios violentos, al gobierno popular y democrático que se había atrevido a instalar en nuestra Argentina aquel “otro” modelo de Justicia Social, Soberanía Política e Independencia Económica, que los obligaba a ceder su impunidad y gran parte de sus privilegios.
  Resulta significativo, y altamente preocupante, que la actual alianza opositora, por otras vías, se empeñe en la misma actitud desestabilizante y golpista de otrora.
  A partir de aquella dictadura comenzó a gestarse una política de entrega que  aún hoy se refleja en el drama de nuestro país y nuestro pueblo. Comienzan las políticas de endeudamiento mediante la toma de “empréstitos” de dudosos destinos y se produce, por primera vez, el ingreso a nuestro país del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esas decisiones políticas, lesivas a nuestros intereses, adquieren mayor gravedad a partir del hecho que fueron tomadas por decisión de una dictadura usurpadora y, en consecuencia, irrepresentativa. La misma dictadura que derogó la Constitución Nacional de 1949, que entre tantas normas que apuntalaban la acción revolucionaria del gobierno de Perón, consagraba los derechos sociales, entre otros, de la niñez, de la ancianidad y de los trabajadores.
  Y es esa misma dictadura, como siempre en nombre de la “democratización sindical”, que interviene militarmente los sindicatos y la CGT, persigue, encarcela o mata a los dirigentes sindicales peronistas para modificar profundamente -en perjuicio de los propios trabajadores- la legislación laboral y sindical y alentar la “atomización” sindical promoviendo la creación de pequeñas, intrascendentes e irrepresentativas entidades sindicales. Sin embargo, ninguna de estas medidas hizo mella en la conciencia de los trabajadores que progresivamente fueron recuperando sus organizaciones sindicales y sus dirigentes con absoluta fidelidad al ideario peronista y su modelo sindical.
  En todos aquellos años de resistencia popular liderada por los trabajadores y sus dirigentes, distintas dictaduras o gobiernos pseudo democráticos (salvo escasas excepciones), con mayor o menor suerte intentaron destruir el modelo sindical argentino, para facilitar la destrucción de un modelo social y económico que, con sus bases profundamente arraigadas en la sociedad, perduraba a pesar de todos los intentos. Una cosa era clara: no aniquilarían definitivamente los alcances del modelo de bienestar (de Justicia social, para nosotros) mientras persistiera el modelo sindical argentino; el modelo sindical peronista. Un modelo que, más allá de los continuos ataques, la complacencia o resignación de algunos dirigentes e inclusive de algunas distorsiones y traiciones, no solo continúa resistiendo: en los últimos años se ha fortalecido notablemente.
  No fue solo la responsabilidad de los delirantes jefes militares que en 1976 arrasaron al país, sus instituciones, la libertad y la vida de miles de compatriotas. También muchos civiles, a quienes aún no les ha caído todo el peso de la justicia, reeditando casi con exactitud aquella alianza de 1945 y de 1955, acompañaron con entusiasmo esa trágica aventura que significó el comienzo de la más macabra obra de destrucción, corrupción y muerte que padeció nuestra Argentina. También entonces se intervinieron, o neutralizaron, militarmente las organizaciones sindicales más importantes. Se prohibió la actividad sindical, se encarceló y asesinó a muchos dirigentes sindicales y se condenó a muchos más al desarraigo del exilio.
  El espíritu de 30 mil muertos y desaparecidos alimenta aún el corazón de millones de argentinos que no nos resignamos. Que no claudicamos ayer ante la falacia del pensamiento único, del fin de la historia y de la muerte de las ideologías ni claudicaremos hoy ante los ataques destituyentes de los grupos de poder económico y de una oposición decadente, contaminada por un odio irracional, que no vacila en asumir el papel de verdaderos idiotas útiles de los intereses de quienes atentan contra nuestro país y nuestro pueblo, pretendiendo debilitar las instituciones republicanas.
  Más de la mitad de esos 30 mil mártires fueron dirigentes, militantes y, en su mayoría, delegados de base de los trabajadores. Eran, en fin, discípulos directos de aquellos delegados que, protegidos por una legislación que garantizaba su estabilidad laboral, fortalecieron el modelo sindical peronista para garantizar el respeto de los derechos de los trabajadores, y para garantizar la democracia dentro de la empresa.
  Fue, sin dudas, aquel trágico golpe cívico – militar de 1976 el inicio de la ofensiva total contra el modelo de Justicia Social, el modelo sindical peronista y contra toda resistencia a la reimplantación del viejo modelo oligárquico – conservador que comenzó a ser derrotado por los trabajadores en la gesta histórica del 17 de octubre de 1945. Aquel viejo modelo agroexportador, de dependencia e injusticia social, devenido luego en “neoliberalismo”, para emerger nuevamente no le alcanzó con la macabra obra de destrucción y muerte que, desde 1976 hasta 1983, desarrolló la dictadura militar y su “alianza civil” necesaria. Ese modelo para renacer, necesitó la complicidad y los servicios de una dirigencia política – y no en pocos casos empresaria, sindical, periodística y hasta religiosa – que traicionando la esperanza, las expectativas y los ideales de todo un pueblo ávido de justicia, no dudaron (por acción o por omisión) en someterse a los dictados del capitalismo más inhumano: el capitalismo salvaje.
  Fue el llamado “menemismo” a partir de su asunción en 1989 quien, desde lo social y económico, profundizó las medidas de “ajuste” de la economía que llevaron al país al más espectacular endeudamiento público, a la destrucción del aparato productivo, al desguace del Estado y al récord de los niveles de desocupación, pobreza y exclusión social. Una vez más la vieja alianza volvió a funcionar a pleno, del mismo modo que intenta funcionar en estos días presionando, vía impedimento del uso de los excedentes de reservas del Estado, para imponer un nuevo ajuste que, de lograrlo, acarreará las consecuencias que ya conocemos por haberlas padecido. 
 Así entonces, aquel gobierno elegido por el voto popular, por los sectores más humildes de nuestra sociedad, fue “copado” por los grupos más reaccionarios del país. Por supuesto, mientras esta nueva etapa de destrucción se ejecutaba, los propagandistas del “modelo” insistían en la necesidad de “democratizar el sindicalismo” y “modernizar” la legislación laboral, eufemismo que significaba impulsar la negociación por empresa, establecimiento e incluso, por sectores dentro de una misma unidad de producción. En otras palabras, debilitar al máximo posible el modelo sindical argentino en su reconocida capacidad de organización, lucha y negociación. Parte de ese objetivo fue logrado gracias a la complicidad de algunos “sindicalistas” que, entusiastas, apoyaban “el modelo”, muchos de ellos, presuntamente reciclados, continúan aún representando a sus organizaciones e, inclusive, ostentan cargos importantes en el consejo directivo de la CGT.
  El llamado “delarruismo”, a su turno, no solamente traicionó a su electorado dejando de lado la plataforma política aliancista y profundizando “el modelo”, sino que llegó al extremo de convocar, para su gerenciamiento, a su mentor ideológico: Domingo Felipe Cavallo. Una vez más, como vemos, la vieja alianza volvió a funcionar en plenitud.
  Durante aquellos años, no tan lejanos en el tiempo, innumerables proyectos de reforma de la ley sindical recorrieron los despachos del gobierno y el parlamento y –en su mayoría– fueron producto de las usinas ideológicas de los privilegiados grupos de poder. Aquellos proyectos de modelos de  “atomización” y consiguiente debilitamiento de las estructuras sindicales, eran necesarios y absolutamente funcionales para sostener el proyecto de exclusión social y concentración económica que queríamos cambiar. Tampoco debe sorprendernos que aquellos proyectos de modelos sindicales verdaderamente anacrónicos, fueran respaldados, en algunos casos, por parte de la burocracia de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, organismo tripartito que, por imperio de la propia tormenta “neoliberal”, ponía a los trabajadores en minoría frente a la alianza neoliberal empresaria gubernamental que en ese ámbito se había establecido.
  Sin embargo, estaba muy claro que a la inhumana e infundada concentración económica  que provocaba “el modelo” la respuesta de los trabajadores debía ser contundente: fortalecer la unidad, y la concentración de fuerzas, para protagonizar con otras fuerzas sociales y políticas el cambio de rumbo que nos llevara a “esa Argentina posible con desarrollo económico, pleno empleo y Justicia Social”. Esa fue y es nuestra consigna.
  Nuestra Argentina, para superar definitivamente el riesgo de volver al pasado de decadencia política, económica y social, debe recrear su movimiento nacional, pero ello no será posible  sin la participación activa del movimiento obrero organizado en el marco de sus organizaciones y su modelo sindical.
  No ignoramos que no es tarea fácil nuestra lucha para alcanzar ese objetivo. Es que, entre otros obstáculos, los sectores minoritarios que siempre se han beneficiado con el padecimiento de nuestro pueblo –y que hoy ven aterrorizados la posibilidad de perder injustos privilegios– están demostrando que no se resignarán fácilmente ante esa posibilidad. Pero los argentinos tenemos ventajas comparativas con relación a nuestros pueblos hermanos, que nos permiten ser optimistas hacia el futuro: Nuestra Argentina ha contado a lo largo de su historia con un movimiento nacional y, desde 1945, con un proyecto de país justo, próspero y un modelo sindical argentino con capacidad para liderar su defensa.
   Ese, nuestro movimiento nacional, que encuentra sus raíces en los albores de la patria, debe ser recreado para volver a ser un país orgulloso de su historia y un pueblo unido dispuesto a continuar luchando por su definitiva liberación que es una forma de luchar por la Justicia Social. Pero esa gesta –necesaria- no será posible si no contamos con un movimiento sindical representativo y democrático, con autonomía y capacidad para representar los intereses de la clase trabajadora en todos sus niveles, pero con la capacidad política para discutir, de igual a igual, con otros poderes en los ámbitos donde se resuelve la suerte de las naciones y de los pueblos. Para esa gesta necesitamos el protagonismo del modelo sindical argentino, en rigor, el modelo sindical peronista.

* Carlos Alberto Barbeito es Secretario General de la Unión Obrera Molinera Argentina (UOMA),  Presidente del CESS (Centro de Estudios Socioeconómicos y Sindicales) y Fundador del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA).


[1] FERNÁNDEZ, Arturo, Ideologías de los grupos dirigentes sindicales, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina: p. 84.